El encierro es una costumbre taurina tradicional en las fiestas de numerosos pueblos y algunas ciudades de España. Consiste, en su origen, en el traslado del ganado que va a participar en los festejos desde la dehesa hasta el casco urbano. Sin lugar a dudas, los encierros más famosos de España son los Sanfermines, celebrados en Pamplona, siendo junto con la Entrada de toros y caballos de Segorbe (Castellón) y los de Cuéllar (documentados desde 1215), los únicos declarados Fiesta de Interés Turístico Internacional.
En Chiva, se desarrollan de dos formas muy singulares. De la primera de ellas, la de los días posteriores a las carreras del Torico (“Grupas”), hemos hablado en varias ocasiones, la última vez, la semana pasada. Así que, en esta ocasión, queremos hacer una breve referencia a la segunda modalidad de estas “Entradas” o “Entrás”: la de los toros que van a correr en la cuerda. Éstas, tradicionalmente se han hecho de noche (antes de la alborada del día 16 de agosto, el dedicado a San Roque), en completo silencio y acompañando a los toros andando y no corriendo. Aunque, desde hace unas décadas, aunque se ha intentado, parece imposible que este acto se celebre de esta forma acostumbrada, debido a la masificación del festejo, la proliferación de ruido y luz o a las características de los toros, que no están acostumbrados a este tipo de traslados.
En un artículo de Átame (nº 1, 2006), el añorado Rafa Gómez nos comentaba una anécdota que ocurrió en 1946 en uno de estos encierros y que reflejó en una pintura Manuel Mora. En aquella ocasión, tampoco se pudieron cumplir todas las premisas de esas “Entrás” enraizadas, como contaba el entonces miembro del Consejo de redacción de esta publicación:
Anecdotario
En este cuadro de Manuel Mora Yuste pintado en 1975 se recrea la entrada de toros del 15 de agosto de 1946, tal y como nos narra Juan Morea, propietario del óleo. Los toros que aparecen en la imagen y que corrieron en todas las carreras de los festejos son “Jardinero” (el pinto) y “Temerario”, y pasean por la plaza de la Constitución, justo por delante del edificio donde hoy hay una horchatería. El primero de los astados fue conocido por su nobleza y por ser el padre de otro gran toro: “Mariposo”. Por otra parte, el negro, el segundo de los animales, ha pasado a la historia por ser un toro de una gran bravura pero que no respondió ese año a las grandes expectativas que tenía el ganadero, además, ese año cogió a Benjamín. Ambos morlacos pertenecían a la ganadería de Vicente Peris de El Puig, habitual en nuestras fiestas grandes. Así, el pastor que aparece llevando al manso por el ramal es Higinio, que según Morea: “tenía muy buenas piernas” y andaba o corría siempre entre el cabestro y los toros y evitaba que alguien los maltratase. Por otra parte, el guarda que aparece armado es Alejandro Salvo “Gambeto” y la señora que aparece barriendo la calle es la tía “Naba”, mujer de Jordán. Y he aquí la anécdota, precisamente Mora la introdujo en la composición para señalar que ese año se retrasó la entrada de toros que se produjo cuando ya había amanecido.
Por último, decir que el corredor que aparece de espaldas es Juan Morea, coleccionista que encargó el cuadro y conocido aficionado a la cuerda que aquel año fue uno de los clavarios de San Roque que organizaron los festejos.
JCM
Centro de Interpretación del Torico (CIT)