La semana pasada destacábamos en nuestro blog la importancia de la talla de San Roque que se encuentra en uno de los retablos de la iglesia parroquial de San Juan Bautista, atribuida a Vicente Rodilla.  Ahora, queremos seguir repasando la importancia del culto al taumaturgo al que están dedicados nuestros festejos del Torico, sin salir del mismo espacio litúrgico. En concreto vamos a centrarnos en la presencia de este santo en la pintura de José Vergara (1726-99).

Como sabemos, nuestro templo constituye un gran museo vergariano, con numerosa obra suya en todo el espacio, en diferentes soportes y técnicas. A través de estos frescos, lienzos o tablas, podemos ver toda su evolución estilística (barroco-clasicismo), ya que tuvo su taller en Chiva veinte años, residiendo en nuestro pueblo durante largas temporadas (de 1769-90), pese a que tenía que atender los numerosos encargos de su taller de Valencia, pues era el pintor más demandado en todo el levante peninsular. Así, sin lugar a dudas, éste proyecto en la arciprestal será el más importante de este artista por su envergadura y porque pudo desarrollar todo su potencial creador, como han destacado diferentes especialistas.

En cuanto a la figura del santo peregrino y sanador, hay que resaltar que es el protagonista de uno de los cuadros del presbiterio, el lugar más importante del templo. El gran lienzo (350 x 232 cm.) titulado “San Roque y los apestados”, está encastrado en el muro izquierdo junto con el del “Purgatorio” y el de los santos médicos “Cosme y Damián” (en el derecho penden los de los mártires Alejandro y Macario (“Santos Medios” en Chiva), el de San Rafael y el de los santos Sebastián y Antonio Abad.

Hay que reseñar que, desde el siglo XV, es muy venerado; sobre todo, en Valencia, en los años finales del XVII y primeros del XVIII, cuando las epidemias de peste asolaron nuestras tierras. Además, otro motivo de su representación en este y otros templos, se debe a las directrices del Concilio de Trento que, frente al principio protestante de la “sola fides”, había ordenado que “debía proponerse la salvación eterna  al mismo tiempo como gracia misericordiosamente prometida a los hijos Dios por Jesucristo, y como recompensa que, en virtud de una promesa del mismo Dios debe ser concedida fielmente a sus buenas obras y a sus méritos. Así, el arte multiplicó reproducciones de santos de la caridad y la beneficencia como nuestro santo.

SE procuró asemejar sus rasgos a los de Jesús, púes por su caridad se había hecho semejante a él, y suele aparecer, como en este caso, con atributos propios de su condición de peregrino, como la concha, cayado con salterio y calabaza y la capa con esclavina y con su atributo personal e inseparable, el perro (Melampo), con el rollo de pan (alimento sagrado y que alude a la pureza, a la eucaristía, a Cristo) en la boca; también con el sombrero de alas. Un ángel descubre la úlcera que lleva en la pierna; el mismo que le curo milagrosamente cuando, ejerciendo la caridad entre los apestados, se contagió del mal.

El perro (símbolo de la fidelidad), en una montaña (alegoría de lo elevado, lo espiritual), le traía comida, ese rollo circular (resurrección), mágico y curativo, como la serpiente enroscada de su bastón (poder).

Así pues, Roque, abogado contra la peste, se dirige hacia lo alto, intercediendo por los apestados, rogando a Dios por sus almas, por eso este cuadro está en el altar mayor, debajo de la Gloria. Aparece sobre una escalera (tránsito hacia la salvación) y una luz divina ilumina la llaga, que más bien parece una herida profunda hecha por una flecha, pues la peste, para la imaginación popular, seguía siendo un dardo lanzado por la mano del Todopoderoso. Por eso la composición también tiene forma de flecha, triangular, y el vértice más elevado será la cabeza iluminada del santo, el personaje transcendental, como ocurre en otros cuadros, como el gran lienzo que presidía este altar y que ahora está a los pies del templo: “La predicación del bautista” (en este caso ensalzando la figura y la labor de Juan, santo titular del templo). Hacia él, envuelto en una escenografía impresionante, se dirigen las miradas del resto de personajes (que forman otro círculo simbólico) y todas las líneas virtuales que marcan tanto esas miradas, como los brazos, rayos de luz, etc. Además, los escorzos de sus posturas introducen al espectador, al fiel, en la escena.

El ambiente teatral y glorioso y la tensión ascendente, se refuerzan con la presencia, en el nivel celestial, de querubines y angelotes de la parte superior del lienzo, las nubes (presencia divina); además de escaleras u otros elementos arquitectónicos clásicos como las columnas o ese arco triunfal que evoca el paso a la eternidad.

También es muy simbólico el uso de colores como el rojo (pasión, martirio), blanco (pureza), verde (esperanza), azul (fe, fidelidad, divinidad), o el amarillo (iluminación), etc.; o de elementos como la barba (sabiduría); o el tremendo realismo en la representación de los apestados, llagado y moribundos.

Pero si este cuadro de gusto barroco es capaz de impresionar, de conmover, de despertar el fervor religioso, como los otros cuadros de este espacio (entre ellos el de los “santos Medios”, como hemos dicho); todavía lo es más el rompimiento de Gloria que se eleva sobre él, en la hemicúpula del presbiterio.  Un conjunto ilusionista que es la culminación de todo un programa contrarreformista que ensalza, además de la vida del Bautista y de otros santos o personajes y sacramentos de la doctrina católica.

Aquí, en este conjunto ilusionista que representa la bóveda celeste, la visualización del cielo y de las figuras más importantes de la Iglesia (Patriarcas, Apóstoles, Fundadores de las grandes órdenes religiosas, santos Mártires, Taumaturgos o de devoción local, etc.). Y en la parte central flotando en las nubes y rodeando y adorando al cordero divino (sentado en el libro de los siete sellos), el Padre Eterno, la Virgen María, San José y por supuesto Juan (descubriendo a Cristo: “Ecce agnus dei”), se encuentran, acompañados de algunos ángeles, los santos más importantes en nuestra población: los patrones (Alejandro y Macario) y, por supuesto, Roque.  Por cierto que, durante mucho tiempo y por parte de diferentes investigadores, entre los cuales me incluyo, se sostuvo el error de sugerir que esas figuras podían ser el rey de España y el patrón nacional Santiago acompañados de ángeles. Así pues, esperemos que sirva este pequeño artículo para subsanar esta imprecisión; una confusión en la interpretación que puede ser “normal”, debido a la complejidad del universo simbólico que abordamos.

Si las fiestas de agosto, son las más antiguas y emblemáticas de la población (junto con las de la Virgen del Castillo), al santo a quién están dedicadas, no podía estar en otro sitio que en lo más alto del panteón religioso chivano: en el centro de la Gloria; ese gran cielo, en la tierra.

JCM

Centro de Interpretación del Torico (CIT)

 

San Roque y los apestados. José Vergara. Iglesia San Juan Bautista de Chiva.

San Roque y los apestados. José Vergara. Iglesia San Juan Bautista de Chiva.

 

Obras de Vergara en el presbiterio de la iglesia parroquial San Juan Bautista.

Obras de Vergara en el presbiterio de la iglesia parroquial San Juan Bautista.

 

La Gloria.

La Gloria.

 

La Gloria. Detalle.

La Gloria. Detalle.

 

Iglesia de San Juan Bautista.

Iglesia de San Juan Bautista.

 

 

 

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