En el primero de los artículos dedicados al ritual de las “Grupas”, hicimos especial mención a uno de los elementos que se emplean en esta antigua práctica ecuestre ligada a los festejos del Torico: el mantón de Manila. En concreto, destacamos la singular prenda que se exhibe en nuestro Centro de Interpretación (CIT), como hemos hecho con otras anteriormente. También insinuamos el carácter enigmático y simbólico de este rito: Un ceremonial que nos aporta importantes pistas sobre el significado primigenio de nuestro Torico, ligado a antiguos cultos de fecundidad precristianos que tienen que ver con las fases de la naturaleza y del ciclo agrícola; con la secuencia vital.
Así, en este texto, vamos a intentar analizar, muy brevemente, esta trascendente práctica que, como dijimos, podría estar relacionada con las Consualia, celebraciones dedicadas a Consus (dios protector de los graneros), que se conmemoraban los días 19 y 21 de agosto. Éstas, junto con las Vinalia (dedicadas a Júpiter y Venus, para rogar por una buena vendimia) celebraban una etapa trascendental de ciclo agrícola mediterráneo: el final de la recolección del cereal o de los frutos de verano y el comienzo de la vendimia. Unas fechas, entorno al ecuador del mes, que han sido festejadas, por las diferentes culturas, desde tiempos remotos.
Parece que, ya Augusto, viendo el gran apego popular a estas celebraciones y la potencialidad publicitaria de estos eventos, decidió en el año VIII a.C. instaurar el Día del Emperador (FeriaeAugusti), el cual se celebraría el día 15 de agosto, con gran pompa y boato. En estos días, que mezclaban las festividades por las cosechas con el culto al emperador, los caballos, los asnos y las mulas tenían descanso y se les libraba de trabajar, se les ornaba y se les paseaba por las calles adornadas con flores y plantas; además, se organizaban carreras de carros y de caballos para público divertimento.
Hay que reseñar que las Consualia o Consuales Ludi fueron instituidas por Rómulo a una divinidad, Consus, que se ha asimilado a Neptuno, protector de los caballos y mulos. Además, Marte, como guardián de las cosechas y señor del suelo, también era honrado esos días, sacrificándose toros en su honor. Un dios que tiene otros equivalentes en la Península, como son Cosus, dios con forma de toro que adoraban los Vetones, o Bandua, otra deidad indígena celtibera. De hecho, diferentes expertos han apuntado que otro ritual de toro enmaromado, como es el de San Marcos, podría ser una supervivencia del culto protohistórico dedicado a este último. De ahí que este tipo de festejos, fueran durante siglos tachados de heréticos y prohibidos por las autoridades eclesiásticas.
Otro dios guerrero íbero, Achelóo, el dios-toro, será también emblema de virilidad y fertilidad; porque el toro para estas civilizaciones era un símbolo genésico, lustral; un animal prodigioso, guerrero, símbolo de la fuerza de la naturaleza; el dios Sol. Precisamente, algunos especialistas afirman que el toro de cuerda tiene su origen en algunas ceremonias que llevaban a cabo los íberos, que enmaromaban al animal y lo paseaban por el poblado con fines rituales.
Por otra parte, hay que reseñar que, curiosamente, estos festejos en los que se paseaban caballerías por las calles ornadas, se completaban con actos que nos evocan otros rituales que podemos ver en las fiestas del Torico. Así, por ejemplo, en el Circo se ofrecían espectáculos acrobáticos, como las piruetas sobre odres de piel untados en aceite que nos recuerdan a nuestras entrañables y desaparecidas Cucañas (con sus juegos de habilidad y fuerza), a las que dedicaremos otro artículo, más adelante. Igualmente, estas ceremonias culminaban con la ingestión de abundante vino y comida, como nuestros típicos Almuerzos. Al fin y al cabo, se festeja el fin de la dura cosecha, cuando suena el cuerno de la abundancia.
Así, precisamente, cuatro días más tarde de las fiestas en honor a Consus se celebrarán las de Ops, diosa agrícola y de la abundancia: la Opiconsivia. Por cierto, de su unión con Saturno, nacerá Neptuno, el dios al que hemos aludido anteriormente y que gobierna todas las aguas y mares, y cabalga las olas sobre caballos blancos. Esos equinos que, desde la prehistoria, se asocian a la “fuerza vital”, como el toro, y a los que vemos participar, junto a él, en diferentes juegos sagrados; como ocurre en nuestras Grupas. Cabalgaduras que tradicionalmente han navegado sobre el manto verde aromático y purificador de la Enramá, paseando a las parejas de jóvenes festeros, para después correr junto a los astados. Todo un acto lustral y de cortejo dentro del sistema ritual de nuestroTorico, el gran rito de paso, la gran fiesta de la fertilidad, del cortejo, del amor.
Finalizaban este ciclo ritual las celebraciones de la vendimia, ya en septiembre, como la dedicada a honrar a Pomona, diosa de la abundancia frutal, de los huertos y los jardines; la esposa de Vertumnus, dios de origen etrusco, ligado al cambio de estaciones, al crecimiento vegetal. Una celebración que coincide con la fiesta en conmemoración del nacimiento de la Virgen, tan popular en nuestra población.
En este punto y para concluir la relación trascendental de nuestras fiestas con los cultos paganos, queremos incidir en esa coincidencia de las fechas de la festividad de la Asunción de la Virgen (15 de agosto) y su nacimiento (8 de septiembre), con los momentos en que la Estrella Spica (espiga), la principal de la constelación de Virgo, desparece en el horizonte y cuando vuelve a aparecer. Así, ya los primeros agricultores relacionarán esta constelación, que incluye el planeta Venus, con la diosa de la fertilidad, Deméter Ceres (cereal), Perséfone y los distintos nombres de la Diosa Madre que, con el tiempo, derivaron hacia la acepción de Virgen o Madre Divina.
La estrella tartésica de ocho puntas, dispensadora de fecundidad, tiene su origen en la mitología y la cosmogénesis de las antiguas civilizaciones y aparecerá en casi todas. Pueblos como los íberos y los celtas la emparejarán a la luna creciente, otro símbolo de protección. El símbolo de Inanna, Isthar o Isis, la reina de los cielos, será el más antiguo extendido de las diosas protectoras de las aguas y las cosechas. Todas ellas estarán relacionadas al culto solar-lunar y con dioses solares taúricos, con poderes engendradores, protectores, curativos o regeneradores (de ellos y su relación con San Roque, incidiremos en próximos capítulos).
El catolicismo mantendrá la estrella de ocho puntas atributo de la Diosa-Madre; laSpicaVirginis, rosa de los cielos, rosa de los vientos o estrella de Salomón. Así mismo, serán múltiples las apariciones marianas registradas conforme iba avanzando la evangelización cristiana y que, casualmente, se produjeron en el entorno de antiguos santuarios de la ancestral diosa madre, de la diosa negra.
En una próxima entrega, seguiremos hablando, pues, de la conexión de la estrella Spica con la Virgen cristiana, pero también de la relación de ésta y divinidades femeninas anteriores con otras masculinas y con el toro.
JCM.
Centro de Interpretación del Torico (CIT)
Nota: La mayoría de las fotos que aparecen en las dos partes de este artículo pertenecen a los fondos de la Peña Taurina depositados en el CIT. Proceden, en su mayoría, de los archivos de Luis Fenech, familias Tarín Herráez, Navarro Yuste, Gimeno y Carrión.