Hemos relacionado en otros artículos de esta sección nuestras “grupas”, las que tradicionalmente se han celebrado en las fiestas de agosto, con las “Consualia” o “Consuales Ludi”, fiestas romanas instituidas por Rómulo en honor de Consus (dios que protege las reservas de grano en los graneros y silos, pero también de los consejos). En concreto, con las que se celebraban en la mitad de Sextilis, el 21 de agosto, tras finalizar la siega del cereal y antes de la vendimia. Por cierto, cuatro días más tarde a las fiestas en honor de Consus se celebraban las de Ops, diosa de la abundancia, también diosa agrícola: la “Opiconsivia».
Durante las celebraciones, a caballos, mulas y asnos se les eximía de trabajar y eran llevados por las calles adornadas con flores y guirnaldas. También se llevaban a cabo carreras de carros en el Circo Máximo, incluyendo una extraña competición en la que éstos iban tirados por mulas. Sin embargo, en nuestras “grupas”, que forman parte de ese sistema ritual único y atávico del Torico, ese componente lustral, feraz, todavía es más patente.
En nuestros festejos de cortejo, en los caballos o en los carros engalanados los mozos pasearan a las jóvenes ataviadas con un espléndido mantón de Manila, como podemos ver en diferentes fotografías del Centro de Interpretación del Torico (CIT). Así mismo, tras el desfile por las calles enramadas y lustradas, amenizado por la banda de música, los pocos potentados que tenían caballo, corrían en las entradas de toros y vacas, cuyo simbólico poder genésico es venerado desde antiguo, continuando esos ritos de paso, de fecundidad, en la época de la cosecha, de la prodigalidad, del derroche, del exceso.
Por otra parte, hay que reseñar que Chiva ha sido, históricamente, un pueblo donde ha abundado todo tipo de ganado, dada su orografía y ubicación estratégica; también el ganado equino, al ser un lugar de arrieros, debido, igualmente, a los factores referidos, principalmente al hecho de cruzar su término la carretera real a Madrid (de ahí, quizá, la gran abundancia de «garroferales» centenarios, alimento idóneo, entre otras cosas, para las caballerías). Igualmente, nos interesa destacar, como vemos en muchos documentos, la existencia de una rica tradición artesana, en industrias como la guarnicionería, herrería, alfarería, carpintería, botería, alpargatería, sastrería, tejeduría o cestería entre otras; siendo famoso, en otros tiempos, por la fabricación de elementos o aperos agrícolas de calidad.
Así pues, es posible que esa abundancia de monturas o anímales de tiro, y toda esta sabiduría en la ejecución de carros, adornos y guarniciones, unida a la experiencia en la celebración de ritos festivos relacionados con el ganado, haya motivado que se invitara a nuestros vecinos, con sus caballerías a participar, también, en celebraciones de otras localidades.
Un ejemplo lo tenemos en la concurrencia en la “Fiesta de las grupas” de los Juegos florales de Valencia del verano de 1910 (llamados, como las “Floralia” o “Ludi Floreales” romanas, de primavera, consagrados a la diosa Flora), como hemos investigado a través del Centro de Estudios Chivanos (CECH). Lo recoge la publicación La ilustración artística (nº 1494) de 15 de agosto de ese año: “La fiesta de las grupas celebrada el día 1 del actual ha sido indudablemente una de las mejores de cuantas se ha efectuado durante la feria de Valencia. En ella tomaron parte cuarenta parejas de Valencia, Torrente, Aldaya, Chiva, Godella y Alacuás, vestidas, en su mayoría, a la antigua usanza y con una propiedad y una riqueza de detalles que causaron la admiración del público. / La hermosura y el elegante atavío de las muchachas que iban en las grupas; la propiedad y el lujo de los trajes de los jinetes que las conducían y la belleza de los jaeces y de las guarniciones que cubrían las caballerías, formaban un conjunto magnífico y pintoresco y una espléndida nota de color”. Y añade la crónica, entre otros detalles: “La comitiva recorrió las principales calles de la ciudad, siendo en todas partes acogida con entusiastas aplausos”.
Nuestros representantes consiguieron alguno de los premios de este certamen que consistían en quince mantones de Manila y cuatro abanicos. Así, en el décimo puesto fueron premiados Felicidad Casadó y Salvador Redondo; en el onceavo: María Redondo y Antonio Redondo; y el doceavo lugar fue para María Pérez y Joaquín Lacalle. A continuación se efectuaron las típicas “carreras de joyas”, en las que tomaron parte seis corredores.
Aunque el desfile o cabalgata de Valencia tenía un carácter más moderno y burgués y no tenía la misma finalidad ritual que en Chiva (estos festejos de la capital del Turia venían siendo organizados, desde 1879, por “Lo Rat Penat”); y aunque, por supuesto, no intervinieron en la ceremonia los astados, nuestras “grupas” pasearon, pues, con dignidad por otras festivas veredas, unos días antes del “gran encuentro” en las calles “arrujadas” y preñadas de nuestro pueblo.
JCM
Centro de Interpretación del Torico (CIT)