Seguimos repasando el papel de la música tradicional en el Torico, en concreto la de dulzaina y tabal, los días de carreras. Si, en el artículo anterior vimos cómo estos músicos despiertan al vecindario y anuncian las carreras, con las entrañables Dianas; ahora vamos a ver cómo celebran el final de éstas.
Así, una vez suena la carcasa que pone fin a la última de las carreras de la mañana y de la tarde, dulzainero y tamborilero, encabezarán con su música jovial, el multitudinario pasacalle de las peñas. Un colorido desfile que comienza en los toriles y finaliza en la plaza, abarrotada de gente.
Como señalamos, la interpretación en este nuevo acto, contrasta con la de las dianas, por el bullicio y el gentío que acompañan a los músicos. También porque, con ocasión de estas marchas más ruidosas, los músicos, además de melodías tradicionales, propiamente de pasacalle, introducen piezas de moda, acomodadas a este ambiente plenamente festivo. Unos temas que son bien aceptados por esa juventud arrolladora que se mueve eufórica, tras la emociones de la carrera y a punto de comenzar los desenfrenados almuerzos.
Ahora caben las llamadas al toro con el sonido de la dulzaina, tratando de reproducir la voz humana como si dijera: toro, toro, toro…; intercaladas entre esas melodías, que todo el mundo acompaña, de canciones popularizadas en los medios de comunicación, como la de Popeye; o incluso otros sones populares como el Uno de enero pamplonica, por ejemplo.
Ya en la plaza, nuestros músicos pondrán acordes a dos elementos festivos fundamentales a los que hemos aludido en artículos anteriores y que avalan la antigüedad de nuestros festejos: Las Torrás y las Torres. Pero, dado que, por su trascendencia, requieren una cierta extensión, los comentaremos en el próximo artículo, no os lo perdáis.
JCM
Centro de Interpretación del Torico (CIT)
Foto archivo M.A. de la Hoz.