Hace unas semanas publicábamos en la página de Facebook del Centro de Estudios Chivanos (CECH), un artículo sobre la procedencia del nombre de nuestro pueblo; argumentando que, todo apuntaba, analizando los diferentes documentos históricos, que no estaba asociado al animal que aparece en nuestro escudo, sino con los antiguos topónimos de “Jiva” o “Giba” (Ver el artículo y la evolución de la palabra), que hace referencia a la joroba, al montículo o peñasco donde se han encontrado los primeros vestigios de actividad humana (calcolítico) en nuestra zona y el núcleo de población primitivo: el cerro del Castillo.
Parece que los mismos errores se aprecian en la interpretación del origen de otras denominaciones que afectan a otros lugares de nuestro término. En concreto, nos vamos a centrar en el de la Lándiga, un paraje en el corazón de nuestra sierra, que aparece en una de las fotografías más relevantes de nuestro Centro de Interpretación (CIT), y que, después, analizaremos.
Así pues, en gran parte de textos modernos (folletos turísticos, páginas web, etc.), se cita este paraje (barranco, cueva, fuente), como “Alhóndiga”, palabra procedente del árabe que vendría a significar granero, silo, depósito de alimentos o incluso albergue. Un tipo de construcción que se situaba en espacios urbanos o asentamientos de población y que, aquí, no se ha conseguido detectar. El único edificio que se ha conservado en este espacio, son las ruinas de una ermita a la que acudían a rezar pastores, carboneros, “fornilleros”, labriegos y otros habitantes de estos agrestes montes.
Parece, como han insinuado algunos estudiosos, que la palabra podía proceder del árabe “Al handaq” (el barranco) o de la palabra vasca “Land” (prado, pastizal), un idioma que podría ser (y es otra hipótesis) muy similar o proceder del habla de los íberos (probablemente emparentados), como vemos, en otros ejemplos. Uno de éstos, muy cercano, podría ser el mismo nombre del río Turia. En este caso, sabemos que “Suria”, la palabra de la que podría provenir, significa blanco, como todavía se denomina en Ademuz y sus contornos a este torrente (el río blanco), que aguas arriba, en Aragón, se conoce por el nombre de la localidad de su nacimiento: Guadalaviar.
Lo que está claro es que en diferentes documentos del siglo XVIII se cita el abrevador de la fuente de la Lándiga o Alándiga, y así es como la llamaban nuestros abuelos, y no Alhóndiga. Además, este paraje de umbría, donde se encuentra la más caudalosa fuente de nuestra comarca y un barranco que antiguamente llevaba abundante agua (hoy menos), ha sido siempre conocido como un lugar de pasto, cercano, además, a la Vereda Real, que discurría por la cumbre de la sierra (Monte Gordo). Un abrevadero, situado en un lugar emblemático, como las de las fuentes cercanas del Enebro o de Marjana, entre otras; o el de la Fuente del Sapo y el de Charnera, en espacios, igualmente, con restos arqueológicos relevantes.
De hecho, en la más que simbólica imagen (del archivo de Luis Fenech), que antes hemos mencionado y que ilustra el panel 2 del CIT (Un rito de leyenda), podemos ver al ganado cerril (que se empleaba en las carreras del Torico y descansaba en nuestras montañas), pastando en la ladera que se extiende junto a la ermita de la Lándiga. En los montes de enfrente, vemos en la pared rocosa, la cueva o abrigo de las Vacas, espacio ritual de época íbera o anterior. Una fotografía, pues, en ese lugar “sagrado” y fértil, donde nace el agua (la existencia) y que vendría a remarcar el carácter ancestral del rito del Torico (parece que incluso, podría ser anterior a la conquista cristiana, como venimos apuntando en otros artículos). Un antiquísimo ceremonial de cortejo, de cosecha, de fecundidad, donde interviene decisivamente toro, al tótem primitivo telúrico, genésico y lustral; nuestro Toro de Vida.
JCM.
Centro de Interpretación del Torico.