Ya señalamos en el artículo dedicado a “Los temibles toros de Chiva”, de la existencia, desde antiguo, de ganado vacuno cerril en el término de Chiva, en el que se hayan destacadas zonas de pasto o dehesas y que está cruzado por importantes cañadas y veredas.
Incluso, las mismas leyendas que existen sobre los orígenes del Torico, se conectan con el histórico paso de ganados trashumantes por nuestros montes y campos; aunque son narraciones que tenemos que poner en “cuarentena”, ya que son muy similares a las que podemos escuchar en otros lugares con tradiciones similares.
El caso es que, alojándose de forma permanente o temporal, en lugares como La Lándiga (de la que hablamos en el artículo anterior), Marjana, La Comorica, La Canaleja o las mismas “redondas” alrededor del pueblo (de las que se habla en documentos como el libro de juradería del siglo XVII que se conserva en el Archivo Histórico Municipal), este tipo de ganado, siempre ha estado presente en nuestro término.
Hoy en día, solo un prestigioso ganadero local, Héctor López, se dedica con gran pasión y vocación a esta actividad ganadera. En concreto, lleva casi cuatro décadas apostando por una raza de toros que se caracterizan por su bravura, agilidad, rapidez y fuerza: la Casta Navarra. Unos animales muy aptos, por su “chispa”, para cualquier modalidad de festejos taurinos; también, para el toro de cuerda, como señala el propio criador (entrevista en periódico Las Provincias de 16-02-2018).
La ganadería está ubicada en la finca de 30 hectáreas junto a la Comorica; en la emblemática “Casa Manén”. Una propiedad dentro de ese gran territorio de secano en el que se cimientan otras importantes masías, como las de Viñas, Urrea, Bairetas o Ferrajón; en el espectacular “pie de monte” chivano. Porque además de una sierra espectacular (el Paraje Natural más extenso de la Comunidad) y una zona de regadío extensa y rica, en la parte baja, más al Este (con alquerías aún más potentes), Chiva cuenta con una zona de secano muy singular, que conforma un singular y gran paisaje cultural. Estamos hablando del espacio del “almendrolero”, el olivo o la vid; donde más “garroferas” centenarias se conservan en todo el Mediterráneo.
Un paisaje sugerente y cambiante, según la época del año, repleto, además, de restos arqueológicos y elementos y construcciones de piedra en seco (ribazos, parapetos, barracas, clochas, “casicas”, fuentes, etc.). Un ámbito natural de gran valor económico, pero también histórico, artístico, ecológico, etnológico o antropológico. Un importantísimo patrimonio a proteger y que es, sin duda, pues, el mejor sitio para que habiten esos toros, que aquí tanto veneramos; el último de nuestras rebaños bravíos, en esa casa que es una de las puertas antiguas de la abrupta sierra.
JCM.
Centro de Interpretación del Torico