Volvemos a recordar desde el Centro de Interpretación del Torico (CIT), cuando ya se barruntan las fiestas navideñas, un rito festivo especial en el que, desde hace unos años, participa de forma significativa, la Asociación Peña Taurina El Torico, al igual que en otras tradiciones antiguas que es imprescindible conservar: “Los calderos de Nochebuena”.
La Navidad, como en el resto del país, todavía sigue siendo el tiempo del abuso, de los gastos desmesurados y los regalos; el escenario doméstico sigue siendo el más importante y la Nochebuena, el día 24, antesala de la Natividad, quizá, el más especial y entañable.
Las familias continúan reuniéndose en banquetes suculentos y pervive el bullicio en la calle pues, aunque los chiquillos ya no golpean las puertas de madera con mazos y garrotes, todavía siguen arrastrando las ristras de objetos viejos de hojalata y otros elementos ruidosos por las calles, como reminiscencia de aquellas antiguas prácticas de expulsión del mal que continúan en otras regiones españolas y europeas. El ruido se convierte en un ritual de protección en las noches oscuras de invierno, cuando en los doce días de navidad, la puerta a la tierra de los ejércitos de los espíritus y los muertos quedaba abierta. Por eso hay que ser más terrorífico que los propios demonios de la oscuridad para ahuyentarlos. Esto quería decir hacer un ruido ensordecedor y, en algunos lugares, incluso usar máscaras aterradoras, el fuego y el enebro si era necesario…
Nuestros “calderos”, también nos recuerdan a tradiciones, por ejemplo, como las que existen en algunas zonas de Aragón. Aquí, todavía pervive la costumbre en Nochebuena de golpear la “Tronca de navidad” un tronco de buena y resistente madera que se enciende y se bendice y persigna con anterioridad. El objetivo es la esperanza de que de ésta salgan turrones y golosina, para el asombro y la alegría de los niños de la casa.
Esta costumbre es muy similar al Tió de Nadal, muy extendido en Cataluña, Andorra y algunas zonas de la Comunidad Valenciana. A este tronco de madera se le dibuja una cara sonriente y se le ponen unas pequeñas patas de palo. Durante las semanas anteriores a la Navidad, se «alimenta» al tronco y se le tapa con una manta. El día de Nochebuena, los niños se reúnen a su alrededor y lo golpean con palos, cantando villancicos y canciones, para que “cague” regalos, turrón y otras golosinas; con letras como: “Caga tió, caga turrón, y si no cagas, te daré un golpe de bastón”.
Los regalos en estas de celebración, han sido tradicionales desde antiguo pudiendo enumerar arcaicos benefactores, además del “Tió”, como el “Olentzero” vasco, o el “Apalpador” gallego. Estas figuras, como la de Papa Noel, el “Father Christmas”, “Pere Noel” o San Nicolás, el protector de los niños (o como el propio árbol de navidad), derivarían, pues, de antiguos cultos europeos que celebraban el solsticio de invierno. Igualmente, la misma Navidad, evoca las saturnales romanas que señalaban la transición del año viejo al nuevo y celebran el fin de la oscuridad y el nacimiento del dios Sol. Estaban dedicadas a Saturno, dios del tiempo, la abundancia y la alegría.
Como hemos señalado en otras ocasiones, antes, pese al frío, también se cantaban villancicos por las calles, acompañados de instrumentos de cuerda o con carracas y zambombas, en medio de un bullicio que solo interrumpía la “Misa del gallo”. Así, desde el CIT, el espacio etnológico dedicado a la conservación de la memoria, queremos animar a conservar las tradiciones de generación en generación, algo esencial para nuestra cultura; también, por supuesto, desearles unas muy Felices Fiestas.
JCM
Centro de Interpretación del Torico (CIT)