En el último de los artículos sobre las Grupas, acabamos hablando de la coincidencia de las antiguas celebraciones de cosecha precristianas, con los festejos que tenemos en la actualidad; concretamente comentamos las del periodo de recolección, al final del verano. Finalizamos el brevísimo repaso mencionando la concomitancia temporal entre la festividad de la Asunción de la Virgen (15 de agosto) y su nacimiento (8 de septiembre), con los momentos en que la Estrella Spica (Alfa Virginis), la principal de la constelación de Virgo, desparece en el horizonte y cuando vuelve a aparecer. Unas fechas que coinciden con la cosecha de los cereales u otros frutos de verano y de la vid; de ahí que, sobre todo las fértiles civilizaciones del Mediterráneo, tuvieran una Diosa Madre o Gran Madre, representante de esa estrella, dispensadora de vida y fecundidad. Un ejemplo sería, la diosa Ishtar, asociada al planeta Venus y a la constelación de Virgo, la deidad “eterna y siempre joven”.
Y es que, a Venus se la ha relacionado o confundido con Spica; incluso en sus simbólicas representaciones, aparece inscrita en el interior de la estrella de ocho puntas. Por eso, ha sido, igualmente, vinculada con esas figuras de diosas protectoras mencionadas. De hecho, el planeta también es conocido, con el mismo nombre que el astro: estrella matutina o vespertina, o Stella Maris; igual que se llamará a Afrodita, por ejemplo. Precisamente, la misma denominación con el que, una antigua tradición católica, titulará a la Virgen del Carmen. Porque está divinidad, patrona también de los marineros, tendrá como misión esencial guiar con su luz a puerto seguro. Por cierto, como a otras advocaciones de María, se la relacionará con el toro y se le dedicarán diferentes festejos taurinos, como los toros ensogados de Grazalema o Cabretón, por ejemplo.
El planeta Venus, que puede ser visto pocas horas después de la puesta del sol o antes del amanecer, ha sido considerado como el objeto más bello (de ahí su nombre) y más brillante en el cielo, cerca del sol y la luna. Los antiguos consideraban que anunciaba o portaba la luz del sol. De ahí, que su símbolo astronómico sea un reflector, un espejo, como el Anj de Isis, que significa vida o renacimiento. También será uno de los atributos de la Tota Pulcra, la Purísima, junto con la media luna, la puerta dorada del cielo o las estrellas que la coronan como fuente de luz; la que da luz e ilumina.
Así, por ejemplo, a Isis se le honrará el mismo día que los babilonios a Ishtar (Astarté para los fenicios, la Reina del Cieloy esposa de Baal, el Dios Sol); o los israelitas ensalzarán a Astaroth; o los druidas celtas a la Virgo Paritura, por ejemplo. Igualmente, los griegos o los romanos celebrarán el día 15 de agosto el culto a Artemisa o Diana,virgen de la caza, protectora de la naturaleza, para pedirle que no hubiera tormentas.
Así, parece patente el sustrato precristiano femenino en la devoción a María, cuya festividad coincidirá con las de esas diosas de la antigüedad que siempre están asociadas a algún dios solar, y que tanto relieve tuvieron en la población hispana. Tradicionalmente, la Asunción, ha sido la más popular de las fiestas marianas; unos festejos que han tenido tal raigambre entre las gentes que, gran parte de nuestros pueblos, tienen como patrona a alguna de las denominaciones de la Virgen de Agosto. En Chiva, el día 15 será el día grande en el que se da el pistoletazo de salida a los festejos, con misa, procesión, pasacalle, máscletá o la Fiesta de la flor; también el momento de las entrañables Albás, ya en la medianoche, dando la entrada al día de San Roque.
Por otra parte, podemos destacar que, para los íberos, los antiguos pobladores de nuestros territorios, la gran diosa de la fertilidad era Andera, señora o regente de la tierra (asociada a la Hera romana, la diosa del matrimonio y la juventud, la diosa celestial de ojos de buey y en cuyo honor se sacrificaban vacas). Una divinidad vinculada a Endovelio, el dios de la medicina (que porta corona de laurel); de la misma manera que la Virgen de la Asunción se asocia a Roque, el santo que lleva el rollo circular, purificador como un disco-solar mágico. Ambos suelen ser los principales personajes sagrados en diferentes conmemoraciones del final del ciclo agrario, en las Fiestas de cosecha.
Porque, hay que reseñar que, como hemos insinuado, el antiguo culto astral (Luna-Venus-Virgo) iba unido al culto al Dios Sol, que en las diferentes culturas, suele adoptar caracteres táuricos; como, por ejemplo, Dionisos: el dios-toro, el Toro celeste, el espíritu fecundador. De ahí que este animal totémico sea protagonista en ancestrales ceremonias de fecundidad y de iniciación.
Toro y Virgen, el símbolo del sol, del cielo y la madre tierra, aparecerán también con el cristianismo, unidos intrínsecamente, en multitud de lugares. Pero además, si el primero, será el vehículo idóneo para actuar como intermediario entre la sociedad y las fuerzas del más allá; la segunda, destacará también, como encargada de apaciguar a ese símbolo de lo prodigioso, de lo sobrenatural; como elemento necesario para propiciar el rito. Y, de la misma forma, como gran intercesora entre Dios y los hombres, como gran mediadora, como casamentera; ese otro papel primordial que también profesaban las antiguas diosas negras de la fecundidad. Esas imágenes, del color de la madre tierra, que habitaban en los espacios más sagrados, en parajes arcanos de espiritualidad.
JCM.
Centro de Interpretación del Torico (CIT)
Clavarias de la Asunción
Ntra. Sra. de la Gleba (Museo Diocesano de Vich)
Imagen de San Roque en el CIT