Sabemos, por documentos, como el libro de juradería del siglo XVII que se conserva en el Archivo Histórico Municipal, de la existencia, desde antiguo, de ganado vacuno cerril en el término de Chiva, con destacadas zonas de pastoo dehesas y cruzado por importantes cañadas y veredas. Lo  que no sabíamos es  la relevancia que alcanzaron o lo sucesos que generaron nuestras reses en determinados momentos de la historia; participando, tanto en festejos populares “de vida” (como nuestro Torico), como en los cosos. Así pues, en primer lugar, nos resulta más que curiosauna terrible noticia que publicaban los periódicos madrileños La Iberia y El Enano, el 5 y el siete de julio de 1857, respectivamente. Ésta dice así: “En la villa de Chiva, distante seis horas de Valencia, hay un labrador cuyos toros son casi exclusivamente los que se lidian en las corridas de aquella huerta. Uno de los toros de dicho labrador, llevaba ya matados catorce de los lidiadores que se le habían atrevido en dichas plazas.

El día 6 del corriente, un pastor de la casa dio dos palos al mencionado bicho, y el vengativo bruto, encontrado por la noche dormido al que le había castigado, le acometió dejándole muerto.

Al amanecer el mayoral fue al toro y le vio que estaba devorando a la víctima, y pasado el primer movimiento de horror, le disparó su escopeta, consiguiendo matarle después de cuatro disparos.

Abierto el toro, que ya había devorado al pastor, exceptuando solo las piernas, se le encontró hasta la ropa que lo cubría”.

Curiosamente, este percance o uno similar parece queformaba parte de la tradición oral local, pues lo relataba de forma parecida (aunque sin la parte “gastronómica” final),  mi abuelo Juan Miró, el “Casuelo”; haciendo hincapié en la gran memoria y la bravura de estos animales.

Por otra parte, también nos llama la atención otra noticia, en el mismo sentido, que encontramos en el Boletín de loterías y de toros (también editado en la capital de España), de 13 de agosto de 1861 (nº 546): “El domingo 28 de julio se despidió, por ahora, del circo valenciano, un público inmenso. Los dos toros de muerte, las vaquillas y el fin de fiesta de fuegos artificiales anunciados por la Junta del Hospital, llevaron a la plaza de toros más de 17.000 espectadores, deseosos de disfrutar hasta el fin del popular espectáculo que saca de quicio a los españoles. Se corrió un soberbio toro del duque, renovándose por algunos momentos la lidia formal de los días anteriores; y después de esta reminiscencia que proporcionó un éxtasis pasajero a los entendidos, echaron al redondel un toro de los campos de Chiva. ¡Pero qué toro! Por un momento creímos que iba a echar un discurso a los diestros, explicándoles siete u ocho maneras de torear que debía saber al dedillo el animalito.

Los capotes y la gente de a caballo estaban de sobra: el indígena hacia el mismo caso de ellos que del gran turco, y corría detrás de los de a pié más ligero que el viento.

No tomó más varas que las que pudo coger por el cuento, ni derribó más rocines que los que pudo sorprender por el cuarto trasero. Los muchachos corrían, corrían como si se tratara de algún negocio urgente, y el toro se encontraba siempre en todas partes como la mala ventura”.

JCM.

Centro de Interpretación del Torico

 

Toros en la Canaleja. Archivo M. Mora

Toros en la Canaleja. Archivo M. Mora

Toros en la Landiga. Archivo M. Mora

Toros en La Lándiga. Archivo M. Mora

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