Una vez repasados, en artículos anteriores, los actos de nuestros festejos de agosto en los que interviene la música popular con dulzaina y tamboril o con instrumentos de cuerda, nos gustaría repasar aquellos actos en los que interviene la música más “culta” o de banda. Así pues, comenzaremos por el mismo día que comienzan nuestras fiestas el día 15, dedicado a la Virgen de la Asunción.

Por la mañana la banda, nuestra “Artística”, recogerá a las clavarias, vestidas con sus mejores galas, en su día grande, para acompañarlas, junto a sus clavarios, hasta la iglesia. Un templo aromatizado con grandes matas de la misteriosa “alfádega” (también llamada alfábega, albahaca o basílico); la planta mágica de la armonía, el amor y la concepción; la hierba de los dioses. Tradicionalmente, estas plantas han sido cultivadas en casa, todo el año, en casa de las clavarias, y purifican este espacio sacro, concebido como una gran “enramá”. En este sentido, hay que hacer un inciso para destacar que también en el Centro de Interpretación del Torico (CIT), podemos ver algunas de estas aromáticas, dentro de piezas tradicionales de cerámica chivana, para que el visitante pueda respirar la esencia de nuestros festejos, el perfume cautivador de nuestra memoria.

Tras la misa se desarrollará la Fiesta de la Flor. En ella estas parejas “en la flor de la vida”, en todo su esplendor vital, repartirán esos capullos que simbolizan la renovación, la esperanza y la transformación; también la belleza y la abundancia, en esta época de cosecha. Porque para estos grupos de jóvenes estas fiestas supone su puesta de largo, su presentación en sociedad, una especie de rito de transición biográfica, de paso; como la misma carrera; un atávico ritual de cortejo, como indican todos los elementos del festejo.

Una vez finaliza esta ceremonia, llega el momento del fuego purificador, el “engraellat”, ahora “mascletá”, que patrocinan las clavarias, para lustrar el espacio por el que discurrirá, más tarde, la procesión, donde también intervendrá nuestra banda; esta vez para dotar el acto de solemnidad. Pero antes, las clavarias invitarán a comer a los clavarios y a los respectivos padres (el día siguiente, el de San Roque, será al revés), porque es el momento de socializar, de confraternizar, de mostrar los afectos. Porque este festejo de fraternidad y encuentro, aviva los sentimientos y las pasiones, la amistad y el entendimiento.

Y por la tarde llega el momento de procesionar a la Virgen de agosto y a San Roque, el día en que gran parte de cultura mediterráneas honraban a sus diosas de la fertilidad; cuando las tribus íberas que habitaban estos territorios, honraban  a Andera, señora o regente de la tierra (asociada a la Hera romana, la diosa del matrimonio y la juventud, la diosa celestial de ojos de buey y en cuyo honor se sacrificaban vacas). Una divinidad vinculada, precisamente, a Endovelio; aquel que porta corona de laurel, el dios de la medicina (curiosamente, similar a nuestro curandero: San Roque). Nuestra banda, pues, acompañará y dará mayor solemnnidad al desfile sacro que acaba con un castillo de fuegos artificiales, tras la llegada de la Asunción al templo.

Ya entrada la noche, al oscoconosco, será el turno de las albás para inaugurar el día dedicado al santo, el de los clavarios; y, después, casi al alba, la entrada de toros. Alegrará la mañana, a manera de “despertá”, de nuevo, la “Artística”, para recoger a los jóvenes y acompañarlos, de nuevo, al templo, pero este día especial y el papel de la música en él lo trataremos en un próximo capítulo. Porque la música está siempre presente en nuestros festejos y marcará su ritmo, porque su melodía despierta las emociones, alegra, anima nuestros recuerdos.

JCM

Centro de Interpretación del Torico

Clavarias en la puerta de la iglesia . 1948. Foto archivo Luis Fenech

CIT

Mascletá

Clavarias Virgen de la Asunción.

Clavarios y San Roque.

Clavarias en la iglesia.

S.M. La Artística

Virgen de agosto

Fuegos artificiales

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