En el artículo anterior, dedicado a la música tradicional, hacíamos alusión a uno de los ritos que se ejecutan en la plaza, tras el pasacalle que celebra el fin de la carrera: las torrás. Así, ahora, vamos a centrarnos en otro ritual que ejecutan los mozos al son de la muixaranga y también muy popular: las torres.

En realidad la tradición de hacer torres humanas y danzas de composiciones plásticas, estaba muy extendida en nuestras tierras; tenemos noticias que indican que en siglo XV estas mojigangas, se representaban en los intermedios de los teatros de la Rivera, en Lliria en el siglo XVII o en Requena en el XVIII. También era típica en Sagunt, Nules, Torrent, Silla, Valencia, la Vall d’Uixó o en Carcaixent, por poner algunos ejemplos. Estas ancestrales composiciones plásticas acrobáticas nacieron en nuestra región, como ha señalado el historiador Antoni Atienza y, posteriormente, parece que collas de danzantes valencianos las extendieron a otros territorios. Así, se bailaron en 1674 en Sevilla y en 1762 en Lérida, con motivo de la colocación de la primera piedra de la catedral, por un grupo de danzantes de Sagunto. De esta forma, irán adquiriendo gran desarrollo en la vecina Cataluña; de hecho los bailes de castellers más antiguos se localizan en el siglo XVII y XVIII, siendo conocidos allí como Ball dels valencians.

Pero las mojigangas sólo han pervivido en contados lugares, siendo las más conocidas por su vistosidad las de Titaguas, que se celebra cada siete años en sus fiestas gordas, Els negrets de L’Alcudia o la de Alzira, por ejemplo; destacando la de Algemesí.

Nuestras torres, sin embargo, son más modestas y parece que tienen otro carácter; se levantan, por los mozos que han participado en la carrera, sin ningún ensayo previo. Espontáneamente se abrazan para elevarse hábilmente en tres o, en ocasiones, hasta cuatro alturas. Y lo hacen al ritmo de la dulzaina y el tamboril que entonan la entrañable y emotiva muixeranga, que el virtuoso dulzainero Joan Blasco convirtió, en su día, en el gran himno de todos los valencianos.

Por otra parte, tampoco se conoce el sentido exacto de este ritual. Quizá se levanten estos castillos en honor a la Virgen (como ocurre en otras poblaciones), en este caso por su protección en la carrera; o quizá como ocasión de demostrar los jóvenes su fuerza y habilidad, en nuestra atávica fiesta de cortejo. Aunque, en el mismo sentido, también podrían ser reminiscencias de esas cucañas que se desarrollaban tras los almuerzos, donde, a veces, la cuadrilla podría aunar sus fuerzas para formar torres y alcanzar, más fácilmente, el trofeo que cuelga en la punta del palo ensebado. Ya comentamos en artículos anteriores que este pasatiempo, era muy popular en España, como vemos en fiestas de toros o en festejos de cosecha como los mayos de Chulilla, que celebran la primavera. Precisamente, en esta localidad vecina los mozos, que tocan cuernos y caracolas, plantarán y treparán el mayo, y enramarán las casas de sus amadas y les cantarán por la noche y bailarán; y las pasearán en sus caballerías, en un gran rito de paso, en un gran ritual de fecundidad de elementos muy similares a los de nuestro torico. Quizá…

JCM

Centro de Interpretación del Torico (CIT)

La Torre. Archivo Mora Yuste

Foto M. Carrión

Foto Miguel Carrión.

 

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